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Costa Rica vivió un dulce reencuentro con Roberto Carlos

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El brasileño, de 77 años, cantó en un ambiente íntimo canciones como ‘Cama y mesa’, ‘El día que me quieras’ y ‘Lady Laura’.
En medio de aplausos y gritos, Roberto Carlos salió al escenario de Parque Viva, a las 8:40 p. m. para iniciar un emotivo recorrido por su repertorio. Foto: Rafael Murillo
Le llaman O Rei (El Rey). Ha vendido más de 120 millones de álbumes en América Latina y tiene más de 50 años de carrera.

Roberto Carlos es un referente de la canción romántica y, más allá de los números, las reacciones de su público en concierto lo comprueban.
Tras ocho años de ausencia, el brasileño de 77 años volvió a Costa Rica este 12 de mayo para dar un concierto en el Anfiteatro Coca-Cola, de Parque Viva.
Las circunstancias apuntaban a que era una despedida, pero cuando sonaron los primeras notas de Un millón de amigos, la ocasión se sintió como un reencuentro.
Esta y las otras canciones que conocimos en voz de Roberto Carlos transportan al país de la nostalgia, pero, más allá de sufrir, cada nota y cada palabra traen gozo y le permiten al cantante abrir su corazón a la audiencia.
La productora del show, Move Concerts, puso 4.000 boletos a la venta y los 4.000 se vendieron. La cifra es el equivalente a cuatro noches en el Teatro Melico Salazar, pero a la vez, permitió un ambiente íntimo, en el que se pudo disfrutar de cada uno de los éxitos del brasileño.
Recuerdos y detalles. Minutos antes de iniciar el espectáculo, el público aplaudía con respeto para decir “aquí estamos y queremos concierto”. Aunque los asistentes se mantuvieron en silencio la mayor parte del tiempo, al ser las 8:30 p. m. ya empezaron los gritos y chiflidos.

“¡Roberto!”, gritaban desde todos los puntos del anfiteatro, como quien llama al vecino de casa a casa.

A las 8:40 p. m., Roberto Carlos entró al escenario vestido con el traje azul con el que ha desfilado por miles de escenarios. La banda ya estaba en escena interpretando un popurrí que incluía Un millón de amigos, Amigo y un poco de Jesuscristo.
La banda cambió de golpe a Emociones y Roberto Carlos ingresó a escena para cantar.
“¡Qué placer y qué gusto verlos aquí, aquí todo es muy pura vida!”, señaló el vocalista. “Cada vez que nos encontramos tengo ganas de decir muchas cosas y de preguntar muchas cosas.
“No soy mucho de hablar, sino de cantar y cantando les puedo decir qué es lo que siento… ¿Qué será de ti?”, dijo Roberto Carlos, y dio paso a la canción de ese mismo nombre.

La banda de diez músicos inició con la canción y luego, la conectaron a Cama y mesa, otro de los éxitos más reconocidos de Roberto Carlos.
En medio de las canciones, todas las luces del escenario se apagaban, pero cuando el cantante iniciaba su trabajo, todas se encendían sobre su figura.
Al tercer cambio de luces, apareció con una guitarra acústica para interpretar Detalles. “Si otro hombre apareciera, por tu ruta, y eso te trajese recuerdos míos, la culpa es tuya”, cantó, cambiando un poco el fraseo de la versión grabada.
Detrás suyo, la banda reproducía con delicadeza los detalles de la melodía. “Un poquinho en português”, dijo Roberto Carlos y procedió a cantar los últimos versos en su lengua materna.

El concierto continuó con una versión bilingüe de Desahogo y con una muy sentida interpretación de Lady Laura, canción dedicada a su madre.
Roberto Carlos no se movió mucho mientras interpretaba, pero cuando escuchó el ritmo brasileño de Mujer pequeña, hizo algunos leves pasos de baile.

“Yo siempre hice canciones de amor y he hablado casi todo de lo que siento y pienso del amor. Pero un día pensé, ¿ya he dicho todo lo que me gustaría decir? Y noté que faltaba algo”, contó Roberto a su audiencia.
“Había cantado de todo, menos de sexo”, dijo y le soltó la carcajada a todos los presentes. Así introdujo las canciones con las letras más sugerentes de su repertorio: Propuesta y Cóncavo y convexo.

Habían pasado unos 50 minutos de concierto cuando el sonido de un pito de carro sorprendió a todo el público. En medio de los gritos de emoción Roberto Carlos interpretó Calhambeque, la canción del famoso cacharrito.
Al cierre de edición faltaban aún canciones como Amada amante o El día que me quieras, pero el público seguía ansioso por escuchar al astro brasileño.

“Esta canción nunca pude entenderla bien en portugués ni en español. Porque nunca he visto un gato azul”, contó Roberto Carlos, de nuevo contando con la risa de los presentes.

Luego, acompañado por todos ellos, cantó El gato que está triste y azul, una de esas canciones infaltables en su repertorio y continuó con otras igual de teñidas de nostalgia: La distancia y El día que me quieras.

“Las estrellas hermosas nos mirarán pasar”, cantaba Roberto mientras cientos de personas lo grababan con sus celulares para llevarse un recuerdo.

Se tomó casi diez minutos para presentar a su banda y luego interpretó junto a ellos Amigo, la canción que alguna vez Roberto le dedicó a el Papa Juan Pablo II.
La emoción del público era palpable, pero cuando se interpretó Jesus Cristo la emoción creció. Después de cantar los versos del tema, Roberto Carlos empezó a despedirse de su audiencia.
Con ayuda de un asistente repartió unas tres docenas de rosas. Cada una de las flores recibía un beso suyo antes de llegar a las manos de una fanática emocionada.

Varios de los fanáticos en la primera planta del anfiteatro se acercaron a buscar un autógrafo o una foto de cerca de Roberto, y este no hacía más que repetir que no cargaba un lapicero.
Algunos le llevaban regalos, que él besaba y le daba a sus asistentes, que entraba y salía de los camerinos para traer más flores. El encuentro duró unos cinco minutos en los que Roberto Carlos no dejó de sonreír y saludar a su gente.
El concierto se retomó con Amada Amante, pero en la primera planta la gente ya había quedado desacomodada. La gente, de pie, cantó con él a todo pulmón la canción entera.

Los coros continuaron con Un millón de amigos, la canción que inició el espectáculo y que ahora lo terminaba. Entre vítores y aplausos, Roberto Carlos dejó el escenario a las 10:30, mientras agitaba los brazos en señal de despedida.

La Nación