El cantante brasileño regresa a España después de 35 años, empeñado en cantar al amor y al optimismo a pesar de las tragedias que han azotado su vida
MAITE NIETO
Madrid 19 MAY 2019
Las personas que coordinan las entrevistas con Roberto Carlos piden que preferiblemente se vista de azul y blanco y que por favor se evite el color marrón en la indumentaria porque molesta al cantante. Una petición tan insólita pone en guardia sobre el encuentro con quien es el cantautor más famoso de la historia de Brasil y uno de los intérpretes latinoamericanos que más discos ha vendido en sus 55 años de carrera, más de 140 millones. El revuelo en la suite del hotel madrileño en el que recibe tampoco ayuda a pensar que la cita será fácil. Pero cuando aparece Roberto Carlos, vestido con camisa azul clara y pantalones y botas blancos, nada es como se podía imaginar.
Su rostro de 78 años no pierde la sonrisa en ningún momento y demuestra con su actitud que su ilusión por cantar en España — actuará el próximo jueves en el Wizink Center de Madrid por primera vez después de 35 años— es mayor que cualquier manía que pueda tener debido al trastorno obsesivo compulsivo que confesó hace años. Nada denota las tragedias que han sacudido su vida, ni la depresión que en algún momento le hizo pensar en dejar de actuar. “Tengo mi forma de vivir, mi manera de ver las cosas, mi experiencia, mi edad…, pero me cuesta asumirla porque me gusta pensar de una forma muy joven. Yo siempre digo que de aquí [dice señalando enfáticamente su cabeza] soy mucho más joven que los años que tengo”.
El nuevo disco que formará parte de su gira Amor sin límite, es el primero que graba en español en 25 años. Incluye 10 canciones, cuatro totalmente nuevas y otras seis cantadas por primera vez en español. En dos de ellas, colabora en dueto con dos artistas de talla internacional, Jennifer López y Alejandro Sanz. “Dos grandes”, como les define Roberto Carlos, pero sobre todo “dos personas increíbles”. Un detalle que refleja lo que se va repitiendo a lo largo de la charla: la importancia que para Roberto Carlos tiene la gente, la vida disfrutada y sufrida, y su continua necesidad de recurrir al optimismo como terapia. “La energía positiva es importante porque nos ayuda. A veces estoy haciendo una canción triste y cuando llego al final me digo: ‘esto no puede acabar así, tengo que poner una frase de esperanza”, afirma el brasileño.
Él lo ha demostrado en momentos en los que otros habrían tirado la toalla. Con seis años fue atropellado por una locomotora de vapor mientras jugaba cerca de la vía y tuvieron que amputarle una pierna. Primero llevó muletas y después una pierna ortopédica cuya existencia revela una ligera cogera al andar. Después, el cantante de Lady Laura, La distancia o Un millón de amigos, ha visto cómo el amor le era esquivo a pesar de ser el motor de sus canciones. A los 25 años tuvo un romance con la madre de su primer hijo, Rafael Carlos, a quien no reconoció hasta 1991, poco antes de que la madre muriera a causa de un cáncer. En 1990 murió a causa de la misma enfermedad su primera esposa, Cleonice Rossi, quien es la madre de sus otros dos hijos Roberto Carlos y Luciana, y de Ana Paula, a quien el cantante trató como tal pero era fruto de un matrimonio anterior de ella. En 1999 se repetía la historia y perdía a su tercera esposa, Rita Simöes, tras solo cuatro años de casados y con solo 38 de edad.
De todo esto no le gusta hablar, pero sobrevuela en el aire cuando se le interroga por el motivo de tantos años de ausencia: “Han sucedido muchas cosas en este tiempo y en verdad no salí de Brasil durante muchos años. Ahora estoy muy contento de recibir todo este cariño de nuevo”, afirma sobre su regreso a Madrid. Sus composiciones siguen hablando de amor porque “está siempre presente en mi vida y porque nos convierte a cualquier edad en adolescentes”. La tarde de este lunes aún le deparaba una sorpresa: encontrarse con su compatriota, el jugador de fútbol Roberto Carlos, que se llama precisamente así porque los padres del deportista admiraban su música. “Es bonita la historia, pero la primera vez que escuché que Roberto Carlos era un crack del balón pensé ‘¡caramba, esto va a ser una confusión’. Así que cuando empezó a suceder, antes de que me preguntaran me puse apellido: Roberto Carlos, el cantante”, explica con humor.
Desde hace años compone menos pero continúa actuando. Incluso lo hace en un crucero anual en el que su presencia es el reclamo. Un particular barco del amor en el que cientos de parejas se embarcan para ver actuar a su ídolo y tener una relación cercana con él durante unos días. “Empezó como un proyecto para cinco años y vamos ya por quince. Hago tres shows, una entrevista colectiva y también participo en la entrega de un premio que dan por un concurso de karaoke. Me gusta mucho ver que quieren hablar conmigo y tenerme cerca”.
Utilizando el recurso de la letra de una de sus canciones más famosas, El gato que está triste y azul, le preguntamos por el color de su vida. Aunque le sigue gustando el azul, que en ciertos países se relaciona con la nostalgia y la congoja, Roberto Carlos contesta sonriente: “El gato todavía no está bien totalmente, pero va mejorando. Yo estoy más esperanzado y optimista”. Tanto como para afirmar que no tiene miedo a que le hayan olvidado los españoles: “Creo que hay una buena conexión. Yo solo tengo que cantar bien y hacerles felices”.